José María Javierre / Joseph Habierre: Un recorrido inédito por los paisajes y la vida del primer español que corrió el Tour, allá por 1909

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La gave de Aspe baja torrencial y marrón por detrás de la casa de Cécile Yus en Oloron. Tempestuosa señala el camino. El descenso de Somport, el desvío hacia el Marie Blanque, Laruns y el Aubisque no muy lejos, y por encima el pico del Midi. Cécile Yus, de soltera Habierre, octogenaria de voz cantarina, ofrece un Oporto añejo y abre los brazos, desolada, ésta es la última foto que me queda de mi padre, todo lo demás ha volado. Encima de la mesa hay un viejo pasaporte francés, las hojas escritas a mano con florida letra; la foto que lleva grapada tiene bordes de blonda, fotomatón severo de un hombre, cara redonda, gafas, bigote. Expedido en Pau en 1950. "Es su último pasaporte. Mi padre murió cuatro años después, a los 66, aún era joven", interrumpe Cécile. Las pocas anotaciones señalan viajes cortos, visados de 24 horas para entrar en España. Sellos de la frontera de Canfranc. Visitas a Jaca. Al pueblo donde nació en 1888.
Una foto enmarcada en el vestíbulo, reproducción ampliada de un pasquín publicitario de comienzos de siglo XX, le muestra mucho más joven, siempre con el bigote recortado, orgulloso sobre su Alcyon de hierro, 16 kilos, neumáticos Dunlop, grácil manillar. Mirada penetrante, raya trazada a escuadra, jersey gordo, de lana y cuello alto, manga larga, calcetines negros. "Esto es cuando el Tour de 1909, el primero que corrió. Tenía 21 años. Mi padre era grande, guapo".

Su padre era Joseph Habierre. Fue él, y no Vicente Blanco El Cojo, como se creía hasta ahora, el primer español que corrió el Tour de Francia. Una investigación del bimensual belga Coups de pédales (Pedaladas) ha dejado sin el privilegio a Blanco, aquel tremendo barquero de la ría de Bilbao al que un hierro al rojo vivo le atravesó un tendón del pie y que decidió participar en el Tour de 1910. Fue a París en bicicleta y llegó tan cansado que no pudo ni terminar la primera etapa. Pero antes ya había existido Habierre. Y antes aún Javierre.

Cuando le bautizaron en la catedral de Jaca el 6 de febrero de 1888, Joseph Habierre era José María Javierre, nacido dos días antes en el número 3 de la plaza de la Estrella, actual plaza de Ripa de la ciudad jacetana, estrecho callejón cerrado por el claustro de la catedral, tercer hijo de Justo Javierre, jornalero de Javierregay, en la Jacetania, camino del valle de Hecho, y de Orosia Rapún, de Borau, también Jacetania. En el Libro de Pascua que se guarda en el archivo del obispado, se señala que en la Pascua de 1888 vivían en la plaza de la Estrella número 3 Justo Javierre y Orosia Rapún, y sus hijos Miguel, de 10 años, Cándida, de 7, y José María, de meses, y cuatro personas más que no eran de la familia. En 1891, figura un hijo más, Luis, de seis meses, y junto al nombre de Justo, el padre, una cruz, y en 1892, el año en que nació Dámaso, el último hermano, ya no queda ningún Javierre en tal dirección.

Tampoco en toda Jaca. "Mi padre alguna vez nos dijo que su padre murió cuando él tenía cuatro años y que Orosia, su madre, agarró a los cinco hijos, con Dámaso que aún tomaba el pecho en brazos, cogió las pocas pertenencias que tenían, las cargó en un carretillo y se vino a Francia", recuerda Cécile. De Jaca a la frontera, subiendo por Canfranc y el puerto de Somport no hay más de 30 kilómetros, pero a finales del siglo XIX, sin túneles, sin carreteras, atravesar los Pirineos era una odisea, una hazaña que Orosia, viuda de jornalero del campo, dueña de nada, cumplió empujada por las necesidades, por el hambre de cinco hijos aún niños. Una vez en Francia siguieron bajando junto a la gave de Aspe. No pararon hasta encontrar sustento. Lo hallaron en Lescar, en las afueras de Pau, en el corazón del Bearn. Cuando les preguntaron su nombre, el Javierre fuerte, la jota profunda, lo interpretaron Habierre, con hache aspirada. Con Habierre se quedaron, un apellido nuevo en Francia, donde actualmente no hay más de una docena de familias Habierre, todas en los Pirineos.

"En 1905, cuando tenía 17 años, mi padre empezó a montar en bicicleta", dice Cécile. "Trabajaba en una fábrica de Lescar, madrugaba mucho y estaba en el trabajo hasta el mediodía. Por las tardes, salía en bicicleta". No tardó José María, ahora Joseph, en hacerse un nombre en las carreras regionales. A los 19 años, en 1907, en el velódromo de Pau, en Bois Louis, gana varias carreras. El 27 de agosto de 1908 se impone en la Monein-Artix y regreso. Ese mismo mes logra la victoria en la carrera de 100 kilómetros Pau-Puyoo-Pau en 3h 11m, un récord que resistió bastantes años. Y en 1909 se lanza a la aventura del Tour.

Se corría por muy poco dinero, más bien por nada; se corría por algunas medallas y sobre todo por el honor y la gloria en carreteras infectas, etapas de 300 kilómetros, con bicicletas de 16 kilos sin cambios -había que dar la vuelta a la rueda trasera, que tenía un piñón grande y otro pequeño en cada lado- y una linterna de acetileno colgada del manillar para circular de noche. Llevaban el neumático de repuesto enrollado en el pecho, anudado con una llave inglesa-desmontable y la comida en una bolsa.

Joseph Habierre se inscribe como natural de Lescar, como francés. Participa en la categoría de isolés (aislados), los sin equipo, más conocidos como touristes-routiers. Eran los tiempos de los primeros mitos del ciclismo, de los Faber, Petit Breton, Trousselier y Lapize El de 1909 fue el Tour más frío de la historia, lluvia y barro, invierno en julio. "Aislado de la marca Alcyon, su dura tarea no le impidió terminar sexto de su categoría (17º de la general absoluta)", se lee en un reportaje que la revista de Pau Eclair-Pyrenées le dedicó a Habierre en junio de 1952. "El pelotón atravesó Lescar, donde le ofrecieron una medalla esmaltada. Una banderola -Vive Habierre- en la calle. Él sonríe emocionado, besa a su madre y le dice, en bearnés, 'Adiou Mama'.

Después, se relata una de las etapas: "Entre Brest y Caen, a las 3 de la mañana, Habierre pinchó. Mientras repara el neumático al borde de la carretera, en la oscuridad más completa, una fuerza brutal le empuja y le manda al fondo de la cuneta. Era un ciclista retrasado y despistado. Conmocionado, Habierre, aunque tarda un poco, recupera el sentido, pero lo que no recupera es el desmontable. A cuatro patas busca ansioso entra la hierba. Por fin lo encuentra. Termina de arreglar el pinchazo y vuelve a partir. Llega al primer control con 1.20 horas de retraso y debe rodar solo los 415 kilómetros de la etapa".

- "Mire usted", nos dice Habierre mientras nos muestra unas fotos del Tour de 1910, "los corredores, su cara de dolor, ellos prueban que han sufrido y no contarán con los buenos tratamientos de los masajistas a la llegada, mientras que ahora llegan en un sillón. El jeep que los sigue les ofrece avituallamiento, bicicletas y piezas de recambio. ¡Bah! El Tour de Francia de ahora es cosa de mujeres". Lo afirma en 1952, tiempos heroicos, los tiempos de Coppi, Robic y Louison Bobet.

Al año siguiente, en 1910, Habierre se traslada a Oloron Sainte Marie, donde abre una tienda de bicicletas Alcyon, la marca de Faber, de Lapize, de Garrigou, de los campeones. Vuelve a participar en el Tour y a terminarlo. Ya es un pequeño héroe regional, un corredor de fama a quien en 1911 escribe el mismísimo Henri Desgrange, el padre del Tour. "... Espero que este año vuelva a participar en el Tour de Francia. Antes de tomar una decisión, piense en la gloria que recae sobre todos los corredores que participan", le dice a un Habierre que hace caso omiso del consejo. Con dos Tours le había bastado.

"Mi padre tenía una tienda de bicicletas Alcyon aquí abajo, en la planta baja de donde sigo viviendo", dice Cécile. "Mi tío tenía otra tienda de bicicletas en otro barrio, en Nôtre Dame, y su hermana se casó con Lucien François, el dueño de otra tienda de bicicletas. Así que en Oloron había tres tiendas de bicicletas y eran dos Habierre y una François".

Aunque en todos los archivos del Tour Habierre figura como francés, en realidad aún era español. Pese a solicitarla repetidamente, las autoridades galas no le concedían la nacionalidad. Necesitaba hacer más méritos. "Quizás por eso se apuntó a la Legión Extranjera, pensando que el ejército le haría por fin francés", dice su hija. Suenan tambores de guerra en Europa. En 1914 estalla la Gran Guerra. "Mi padre estuvo cuatro años en la guerra. Fue cabo en el batallón senegalés y en 1915, por fin, le concedieron la nacionalidad francesa. Volvió como francés y cargado de medallas, la Legión de Honor, la Cruz de Guerra, la medalla militar. Volvió machacado, cojo, con una pierna más corta que otra, con señales de metralla, recuerdos de Verdún. Cuando subía en bicicleta pedaleaba con un solo pie, con el otro no llegaba".

Joseph se casó con Anne Loustalot, que era de Lurbe, del mismo valle, y a los 17 había emigrado a San Francisco con una tía y volvió 17 años más tarde y le conoció en Oloron. "Se casó con mi madre en 1920, y mi hermano nació en 1921. Y yo, en 1925. Cuando instaló la tienda, estaba de alquiler, y el propietario, que era farmacéutico, le dijo que cuando vendiera la casa sería para él. Y mantuvo su palabra. Yo lo heredé y ahora tengo alquilada la tienda a una señora que vende gafas Alain Afflelou. Mi abuela Orosia siguió viviendo un tiempo en Lescar pero después quedó paralítica. Se vino a vivir aquí y yo la cuidé siete años hasta su muerte. Mi hermano Auguste se quedó con él en la tienda, y a los 17 años formó parte del equipo de Francia de esquí. Y mi marido fue boxeador y talonador de rugby. Bernard Yus, campeón de Francia de los pesos pluma. El apellido es vasco, pero mi suegro era de Madrid. Mi marido se quedó paralítico y mudo a los 54 años, 25 años antes de morir. Y yo que soy hija de español y he estado casada con un hijo de español no sé ni una palabra de español. Siempre hemos hablado en francés".

Auguste Habierre, el hermano de Cécile, se casó con Dénise, que era profesora en Oloron y murió en febrero, ciego. Hacia 1960 creó su propia marca de bicicletas, la Royal Asport, y logró que la utilizara el equipo Kas. Después siguió el camino inverso de su padre y fue a trabajar a España, a la fábrica de esquís Rossignol en Manresa.

"Mi padre murió de cansancio, sufría del corazón, de reumatismo. La guerra... Andaba con muchas dificultades. No era muy hablador. Era humilde. No se vanagloriaba de lo que había hecho", termina Cécile. "Mi tío Miguel tenía tres hijos y los tres han muerto. Tomás tenía a Juliene, Orosia y la pequeña. Los tres, muertos. Candide, muerta, Auguste, muerto, y yo soy la superviviente".